El 14 de abril de 2014
fue publicada una noticia en La Vanguardia.com cuyo título era el siguiente: «Alumnos
altas capacidades denuncian discriminación matrículas curso 2014-15».
En el artículo intervenía M.ª Dolors Rius, presidenta
de la Asociació de Famílies de Nens i Joves amb Altas Capacitats (FANJAC), y
Natalia Luján Roig, Coordinadora del Grupo de Trabajo de Superdotación y Altas
Capacidades del Colegio de Pedagogos de Cataluña (COPEC), en el cual expresaban
su malestar por encontrarse sistemáticamente con casos de niños y adolescentes
con altas capacidades intelectuales que no pueden optar a las plazas de
Necesidades Educativas Especiales en Cataluña, cuando la Ley de Educación de
Cataluña así lo contempla.
Pues bien, es cierto que
algunos de estos niños son a menudo malogrados, pues a veces desarrollan fobias
escolares, depresiones o algún otro tipo de trastorno. La sociedad en general,
y aquí no estamos denunciando a maestros ni a colegios, sino a toda la sociedad
en su conjunto, no entiende que estos alumnos sean talentosos, pues tienen en
su mente una idea preconcebida de lo que es un niño superdotado o
talentoso y les parece que la persona que tienen delante no entra dentro de esa
idea, como si el niño con altas capacidades tuviese que poseer poderes
paranormales o de superhéroe, y hubiera de obtener constantemente notables y
sobresalientes en todas las asignaturas, llevando a cabo trabajos geniales en
cada una de las faenas que realiza.
Y lo peor aún está por
venir, pues algunos de estos niños tienen que soportar burlas y desprecios en
las aulas, puesto que muchos –tanto niños como adultos– consideran ridículo eso
de tener un talento especial y, por tanto, una necesidad educativa especial.
A estos niños dotados se
les intenta meter en el redil y hacerles ver «por su bien» que son normales y
que, de necesidades especiales, nada. Allice Miller, psicoanalista suiza que
dedicó su vida a la investigación sobre el maltrato infantil y sus efectos en
la sociedad, así como en la vida de los individuos, se refería con el término
de pedagogía negra a todos los abusos consentidos hacia el
niño en pro de su educación. Según Miller, es en la infancia donde se va
creando y enraizando una patología del adulto: niños maltratados evolucionan en
adultos alienados, que o bien maltratan, o bien se refugian bajo una coraza
asustadiza dentro de un sistema que acata la autoridad sin rechistar.
En la actualidad,
seguimos llevando a cabo lo que podríamos llamar continuidad histórica en este sentido, pues desde pequeños les
estamos enseñando que el talento se niega, se reprime, se esconde o se critica,
lo cual, evidentemente, provoca un trauma con la consiguiente patología. De
este modo, también sirve para que la sociedad ni lo vea ni lo respete y, así,
pueda saltarse las leyes educativas.
Hasta el momento, sólo
unas pocas voces han salido en favor de un cambio al respecto en nuestro país.
Esto sucede porque todavía impera el siguiente estereotipo: «Como
están dotados con altas capacidades, no necesitan ayuda para realizarse y
triunfar en la escuela y en la vida. Ya tienen recursos suficientes.» Pues bien, la alta capacidad, de no
ser atendida adecuadamente, les puede llevar, en frecuentes ocasiones, al
fracaso escolar y/o –como hemos comentado– a padecer algún tipo de trastorno.
Cuando estos alumnos no reciben los retos intelectuales constantes que
necesitan, cuando no se crean las condiciones educativas que requieren, la
desmotivación hacia el aprendizaje escolar poco a poco va apareciendo, hasta
que pierden todo interés en el estudio formal. Estos niños son, sobre todo,
esto precisamente: niños, no seres extraordinarios, sino con unas
características intelectuales diferentes y que, por tanto, necesitan de una educación diferenciada para poder desarrollar su
potencial.
La aceptación por parte
de la mayoría de la sociedad de este estereotipo y el desconocimiento general
existente sobre las características de los niños con altas capacidades viene
provocado por la formación básica de nuestros profesionales, pues apenas existe
en la actualidad ninguna asignatura en los planes de estudio en las carreras de
psicología, pedagogía, magisterio, ciencias de la educación, etc., que incluya
siquiera una breve referencia a estos alumnos.
En
el artículo citado se comenta que el Parlament de Catalunya aprobó el pasado 20
de marzo, por unanimidad, una propuesta de resolución para que en el
presupuesto del 2014 se incluya una dotación económica para atender a los
alumnos con altas capacidades. Evidentemente, todos los que nos dedicamos a
estudiar, diagnosticar o intervenir con estos niños valoramos muy positivamente
la asignación presupuestaria, pues esperamos que revierta en poder contar con
profesionales mejor formados, capaces de detectar e intervenir adecuadamente
con ellos, como ya ocurre en otras comunidades españolas. En nuestras escuelas
es evidente que faltan recursos económicos para la formación, para poder
disponer de profesionales que asesoren y para que pudiera haber dos maestros o
profesores en cada aula. Tener estos recursos permitiría, en el marco de una
escuela inclusiva, utilizar metodologías que favorecieran poder dar respuesta
al conjunto de las necesidades educativas que presentan los alumnos.
Metodologías como la programación multinivel, grupos cooperativos, grupos
reducidos, etc. Sin estos recursos, por muy comprometida que esté una escuela
en este tema, no se logrará atender a la diversidad de todos los alumnos
(necesidades educativas especiales, altas capacidades, trastornos de
aprendizaje, etc.).
La
intención de este artículo no es denunciar a las escuelas o a los maestros,
pues sabemos que en la mayoría de los casos hacen un trabajo encomiable con los
pocos recursos disponibles. Nuestra intención es concienciar a la sociedad del
sufrimiento de muchos niños y familias que ven menoscabada su autoestima a
causa de un sistema educativo que necesita mejoras urgentemente. Nuestra
intención también es la de iniciar una reflexión sobre el por qué de este hondo
desprecio del talento que sufre nuestra sociedad, sobre qué hay detrás de esta
arraigada tendencia a ridiculizar lo diferente, lo especial, aquello que se
sale del adocenamiento. Así mismo, pretendemos velar por el cumplimiento de la
legislación educativa y el respeto de los derechos del menor, para que se
atiendan de verdad sus necesidades y puedan desarrollarse en un futuro como un ser
humano con una mente sana, como un ser humano que en el día de mañana creerá en
sus talentos, se valorará y podrá contribuir a la sociedad y al bien común
aportando la mejor versión de sí mismo.
Natalia Luján Roig. Psicopedagoga y
Directora del Gabinete Psicopedagógico Encaixa’t. Coordinadora del Grupo de
Trabajo de Superdotación y Altas Capacidades del COPEC.
María Dolors Rius. Presidenta de la Associació
promotora de la Fundació d'Ajut a nens i joves d'Altes Capacitats -
FANJAC, y vicepresidenta de la Confederación Española CONFINES
Alejandra Sánchez Yagüe. Abogada, Coach co-activa, consultora y
formadora en Mindfulness. Directora de Mindtraining. Miembro del
Consejo Mundial de Niños Superdotados y Talentosos (WCGTC).
Leopold Carreras Truñó. Psicólogo del
Gabinete Psicopedagógico Mentor, Coordinador del Grupo de Trabajo de
Superdotación y Altas Capacidades del Col·legi Oficial de Psicòlegs de
Catalunya (COPC), vocal de la Junta de la Sección de Psicología de la Educación
del Colegio Oficial de Psicólogos de Barcelona y delegado en España del Consejo
Mundial de Niños Superdotados y Talentosos (WCGTC).
Los autores de este artículo son miembros
de los Grupos de Trabajo de Superdotación y Altas Capacidades del COPC y del
COPEC.
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